En un mundo cargado de formas, colores y estilos que cada vez se parecen más, pero que conectan menos, el peor enemigo de un excelente diseño es un buen diseño; por eso nuestra obsesión por diferenciarnos, nuestra terquedad por hacer que nuestras marcas lleven un sello de valiosa originalidad gráfica, de lo contrario estarían destinadas al anonimato.